¿Qué fue antes la llamada de atención o la falta de la misma?
Con la rutina y la velocidad de la vida diaria muchos adultos parecen olvidarse de que los niños también son personas, quizá incluso con mayor percepción que muchos de nosotros y que por alguna razón saben y prefieren guardar gran parte de lo que van captando a su alrededor.
La pena es que sabiendo esto es bastante habitual que no se trate con el mismo respeto y atención a un adulto que a un niño, me pregunto ¿Por qué?
Un enfoque equivocado
«No tengo tiempo para mis hijos porque trabajo y me preocupo de que saquen buenas notas y no les falte de nada».
Esta es una frase que he escuchado mucho y parece que no nos damos cuenta de que esa «atención» puede ser más importante que la ropa, el colegio o el yogur que se están tomando solos.
«Mira mamá»
Todo aprendizaje que los niños tienen, y como suele comentar Elsa Punset en sus libros, necesita de una posterior etapa de maduración para la cual sentirse seguros, queridos y en un buen ambiente que refuerce y permita asentar el aprendizaje es esencial.
Es una necesidad cognitiva, primaria y proviene de nuestro instinto de supervivencia.
Cuando eso no se da, porque los padres no tienen tiempo de atender a sus hijos o por cualquier otro motivo, nos encontramos con niños que «no crecen», pueden madurar en otros aspectos e incluso tener muy claros conceptos y «saber muchísimo» pero el conocimiento que se presentaba de manera natural suele perderse sin estas condiciones que les hacen sentirse seguros de los pasitos que van dando en el planeta y que en un futuro les hará salir airosos de múltiples situaciones con seguridad y confianza en sí mismos.
La confianza en uno mismo no se aprende ni se refuerza con clases particulares ni refuerzos externos, se aprende de la vida y de cómo reaccionamos a lo que ésta nos pone en el camino.
Cuelga el teléfono, tú puedes.
Es bastante habitual el caso de padres que se llevan trabajo a casa y para los que dejar de contestar al teléfono les resulta muy complicado y de esta forma prestar atención a los pequeños de la casa se deja en un lugar secundario.
Parece que ya se nos ha olvidado que hace 20 años el teléfono móvil no existía y las cosas se podían postponer y tratar mas tarde, tratarlas cara a cara y sobretodo vivir más despacio, que es lo que ha provocado la creación de iniciativas y filosofías de vida como las que promulga el movimiento Slow y que es parte de los cimientos metodológicos de muchas escuelas consideradas «punteras» hoy en día.
Muchos de los llamados «problemas» familiares que me he encontrado son finalmente «llamadas de atención» aunque es un término que no me gusta porque pone el foco del problema en el niño, creo que es mucho más justo llamarlo «falta de atención» por parte de los adultos…
¿Os habéis encontrado alguna vez a algún niño (menor de 10 años) que cuando le estás contando algo mire hacia otro lado o deje de prestarte atención? Yo no recuerdo que me haya pasado, sin embargo el caso contrario es mucho más habitual.
Afortunadamente cada vez son más los padres cuya principal preocupación es que sus hijos crezcan felices y siendo buenas personas y todo lo demás ya llegará. El mundo está lleno de personas infelices que crecieron satisfaciendo egos de otros y que han acumulado carreras universitarias sin dar sentido a sus vidas.
En Madrid tuve la oportunidad de conocer de cerca alguna situación de falta de atención llevada al extremo y si hoy en día tuviera que dar algún consejo lo resumiría en:
Dedica al menos 2-5 minutos al día para tu hijo-alumno-educando… mirándole a los ojos y que sienta que en ese momento, aunque sea breve, tiene toda tu atención, de alguien que le quiere y para quien todo lo demás es secundario.
Eso le hará madurar más que años y años de clases, dinámicas y cursos de seguridad en sí mismos.
Y para terminar, como le decía hace poco a una madre, «Cuelga mejor a los adultos, que somos muy pesados» 😉
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